Critica de la revista Rolling Stone sobre el concierto de los Vampire en Madrid

jueves, 20 de enero de 2011

Meses después de su paso por Madrid, he encontrado una nueva critica de su concierto

La banda neoyorquina confirma en La Riviera que mezclar ropa de Louis Vuitton con pop africano provoca la euforia colectiva.



A pesar de ser un claro producto de este nuevo mundo tiranizado por las redes sociales (donde los blogs son capaces de convertir en reyes del universo a grupos que ni siquiera han dado conciertos y hasta las propuestas más alternativas se convierten en menos que canta un gallo en un cliché a la venta en H&M) Vampire Weekend siguen pareciendo inauditamente libres y frescos. Esto último, incluso habiendo estado en España hace sólo ocho meses. Hay algo en estos cuatro chavales que recuerda a los Beatles más jóvenes: no es el universo sonoro - no comparten referentes, ni siquiera el género musical-, pero sí el descaro, la autosuficiencia y la energía positiva que desprenden. Ezra Koenig, el cantante y líder de la banda, se personó anoche sobre el escenario de La Riviera vestido como un pincel, con su camisa de cuadros, sus zapatos náuticos y su tan comentada pose de niño-bien-que-está-de-vuelta, criado en el cultureta Upper East Side neoyorquino y formado en Columbia. El resto de los miembros de la banda eran diferentes variantes de la misma historia. Sonaron los primeros acordes de Holiday seguidos de White sky (ambas canciones del último álbum, Contra) y las 2.500 personas que abarrotaban la sala saltaron de alegría al unísono.

Los Vampire han sido capaces de usar una base rítmica africana, hacer alusiones a Paul Simon, introducir en sus frases las estructuras del ska y aún así y a pesar (o gracias a todo ello) convertirse en un éxito de masas con especial aceptación entre los de su igual. ¿Y quiénes son los de su igual? Pijo suena peor que preppy, pero esa es la traducción literal de la palabra con la que los miembros de la banda suelen autodefinirse. Y pija era la estética que definía al público del concierto de ayer. A nadie puede extrañarle: Vampire Weekend mencionan en sus canciones nombres como Benneton y Louis Vuitton con la misma soltura que hablan de Richard Serra y sus esculturas en Central Park. Y el primer proyecto musical de estos chicos, llamado L'Homme Run, tenía como símbolo de guerra el cocodrilo de Lacoste convertido en grafiti.

Disquisiciones estéticas aparte, escapar a las atractivas sacudidas de Koenig y sus amigos resulta casi imposible. Pocos bajistas agitan tanto las caderas imponiendo una línea rítmica como el entrañable Chris Baio, quien sudoroso y esforzado, no dejaba de sonreír a las numerosísimas chicas que había entre el público. Todo el mundo bailó al ritmo del Giving up the gun, Cape cod kwassa kwassa y Californian english con el alma puesta en Soweto.

Mucho ha cambiado el mundo desde los Beatles, pero el problema de los gritos ensordecedores que no dejan escuchar la música del que tanto se quejaron en su día los de Liverpool ayer se repetía frente a estos neoyorquinos. El griterío precisamente no permitió que en I think u are a contra, canción que, como explicó Koenig, era la primera vez que tocaban para los seguidores españoles, tuviese el fondo íntimo que requeriría. Pero la cosa remontó con Giving up the gun, como ya lo había hecho antes con A-Punk: canciones sencillas y luminosas que necesitan poco para brillar.

En los bises sonaron Horchata, Oxford comma y Walcott. La última a modo de hasta luego: Koenig advirtió al público madrileño que la banda ya no volverá por España hasta que hayan grabado un nuevo trabajo. Hasta entonces, recordaremos este gran concierto.


Fuente: Rolling Stone

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